En uno de
mis frecuentes momentos de esparcimiento mental, mi mente divagaba como
acostumbra a hacerlo;
-
¿Disculpe señor, tiene de estas en otra presentación?
- No, lo
que ve hay es todo lo que hay
-¿Pero al
menos podría ver si queda algo en la bodega?
-señora,
lo que ve hay es lo que hay, (si estúpida, como si fuera a interrumpir mi
trabajo, para ir a buscar algo solo porque usted así lo quiere, aun sabiendo
que no voy a encontrar nada.)
-Hmm,
pues gracias, es usted muy amable.
Ese tono
sarcástico con el que pronuncio las últimas palabras me hizo darme cuenta, y de
pronto, recordé mil momentos como ese, soy un maldito bastardo, no era mucho de
mi tiempo, y era muy probable que SI tuviera algo en la bodega, pero algo
dentro de mi sintió un odio entrañable cuando aquella señora se acerco a mi
amablemente.
¿Qué
mierdas me está pasando?, ¿en qué me he convertido?, soy un hijo de puta en
todo el sentido de la expresión, bueno, es decir, siempre he sido un marginado,
las reacciones un tanto apáticas no son de extrañar, pero, ¿esa sensación que
sentía de mandar a la mierda a esa señora que ni siquiera conocía y tenía
buenas intenciones?, ¿por qué?.
Creo que
el ambiente hostil me ha convertido en alguien hostil, el mundo tan toxico y nocivo
para las almas nobles, se introduce en nuestros cuerpos y se aferra a nuestras
almas, diluyendo sus hermosos colores, y convirtiéndola en un pequeño agujero
negro del que nada ni nadie puede escapar, mi ser se apaga lentamente, ya no
soy quien solía ser, aquel chico tímido y temeroso, que soñaba con mil
aventuras, se transformaba en un monstruo, lleno de odio, resentimiento, de
ira, no sé si odio al mundo por convertirme en esto, o a mi mismo por permitirlo.
Si aquel
pequeño niño temeroso viera la mierda en la que me he convertido, seguro se suicidaría,
y es que no he logrado nada de lo que él quería, mediocremente he cumplido sus fantasías
menos especiales, y sus más grandes sueños se han convertido en imposibles...
Luego de
que la señora se marcho, agache la cabeza y lentamente cerré los ojos, sin
pensar en que probablemente alguien me estaba observando, y de pronto estaba en
un lugar totalmente oscuro, no lograba ver que tan grande era, pero sentía que podría
caminar durante horas y nunca encontrar un final, y frente a mí se fue formando
la silueta de aquel niño, lo reconocí, era yo.
-Me das
asco, mira en que te has convertido, de por si éramos patéticos, pero mírate
ahora, ¿donde están los demás? ¿Ves alguien a nuestro alrededor?, ¡NO HAY
NADIE!, solos, como siempre, como en un inicio, nunca tuvimos a nadie más que a
nosotros mismos, y ahora inclusive eso se aleja, ¿quién eres?, ¿acaso seguimos
siendo el mismo?.
Pues no,
ya no somos el mismo, todos se alejan de ti, y ahora inclusive yo me alejo de
ti, de tu propio ser, ya no te reconozco, dejaste que la soledad se apoderara
de tu alma y nublara tu razón, ¿qué paso con amarlos a todos sin importa cuánto
nos hirieran?, ahora eres como ellos, todos te ignoraron siempre, y ahora tu me
ignoras a mí, me estas matando, te estás matando, vamos a morir si no le damos
un giro a esto, debemos luchar.-
-¿pero
como pretendes que lo haga?, si mis ganas de lucha son tan solo motivos de
fuerza para que la vida intente tumbarme nuevamente, siempre poniendo algo o
alguien frente a mí para herirme-
-No son
los demás, eres tú mismo el que ha creado a esos demonios que te lastiman, que
hoy no te dejan ser feliz.-
-¿y cómo
me deshago de ellos?
-exorsisandolos.
Y de pronto,
aquel niño mando su mano al bolsillo, y saco una pluma.
-Toma,
escribe, plásmalo todo de alguna manera, que tus demonios salgan lentamente, no
escribas para alguien más, escribe para ti, para sentirte mejor, para que cada día
des un paso más hacia atrás, hasta llegar a aquel punto del que partimos,
hasta que volvamos a ser uno solo, aquel chico que compartió y aprendió
de la soledad, para convertirse en un ser más sabio, busca la felicidad, por favor,
lucha, no me dejes morir...